04/06/2019
Ya he viajado por el túnel. Mi ser se purificó y transmutó hacia otra realidad. Siento que comprendí el mensaje que me mandó esa estrella del cosmos. Mi pensamiento navega solitario, en la calma de esta mar, tratando de cruzar las conexiones y desnudando las misiones. Las vibraciones de esta tierra ya me han envuelto el ser con tantas caricias que recibí del viento. También tuve que expulsar el miedo, y ese monstruo que en las entrañas se asomaba.
Después de todo, sané.
La magia en las miradas. Los detalles en los rincones. La inspiración en el corazón. Saber que estás en lo cierto. Sentir la emoción y la excitación en cada aventura. Tejer conexiones místicas con las personas del camino. Abrir la mente y aprender -desde ese canal del amor, que me retorna a mi ser y a la autoescucha, respirando hacia la paz y cuidando al cuerpo con el movimiento.
La risa es sagrada. Es el viaje hacia el origen del ser. Un tránsito de sanación –de todo lo construido y manipulado.
En esos escenarios, me fascina reflexionar como las payasas mostraron imágenes nuevas y radicales para el pueblo mexicano. Ahí estábamos sanando.
La risa también es comunidad. Un espacio en el que desnudarnos juntas. Y abrir el cuerpo, ensanchar la mente, el útero, el corazón. Todo lo que se daba, fuera de esa plaza -el contacto y el cuidado entre nosotras.
Las puertas se muestran visibles en el camino. Los hilos aparecen desde la sutileza de los colores. Y las melodías se aprecian desde las naves cósmicas, en cada señal que se presta abierta, igual que las flores al sol, perfectas y geométricas, como la vida misma.
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