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  • Foto del escritorPayasas Cirkulando

Mujer maíz, mujer copal, mujer espina de nopal

Actualizado: 15 may 2020

13.09.2019

Con la combi más o menos lista, nos aventuramos a nuestra primera ruta más larga: Mérida. Era un placer sentir la lentitud en transitar las carreteras, ver a tu ritmo los pueblitos, los paisajes, y los colores con los que viste México. De una manera u otra, éramos inexpertas en la ruta. Más bien como dos adolescentes que están probando algo nuevo y, emocionadas, están vibrando hacia algo ilimitado.


En la ruta nos pararon los policías. Rutina de carretera. Pero para nosotras era extraño comunicarnos con ellos. Así que seguramente notaron nuestra inseguridad y empezaron a registrar el vehículo. En México es mejor no encontrarse con un policía. Es la verdad. Nunca sabes qué va a poder pasar, ni cómo va a terminar una. Porque no existe la ley. Ellos son la ley y ellos (y hablo en masculino porque es un sistema heteropatriarcal) deciden como hacer las cosas. Así que lo mejor es que si te encuentras con uno de ellos -y es lo que hemos ido aprendiendo en el camino- es que sepas contarle el cuento. Es decir, poner buena cara y ser lo más simpática del mundo, aunque odies a este sistema injusto. Es así de triste, pero es así. Aquí nadie ama a la policía. Me acuerdo de un episodio en CDMX, cuando íbamos en el metrobus, y allí había una familia entera jugando a ver a los policías por la ventana y a insultarles y sacarles el dedo. Pero en fin, a nosotras por suerte no nos pasó nada y nos dejaron seguir con nuestra ruta de adolescentes emocionadas.


Llegamos a Mérida. Un lugar que nunca esperábamos vivir de esta manera. Nuestra idea era hacer algunas actuaciones y, tal vez, irnos después. Pero una cuando una agarra la Combi el tiempo se le desaparece. Ya si te enamoras de los lugares y de la gente, tienes esa libertad de poder quedarte, sin estar pendiente de dónde pasarás la noche o si estaré molestando a la compañera que me presta el piso quedándome tanto tiempo.



La Combi es libertad absoluta, independencia e intimidad. Y aunque el calor de Mérida es lo más horrible que vivimos, allí nos quedamos un buen tiempo. Llegamos, después de unas cuantas horas de viaje a Casa Pitahaya. El lugar era una casa llena de mujeres feministas y lesbianas. Allí conocimos a Maria Moctezuma, Merle, Kharla, Yuri, Hanna, y un montón de mujeres más increíbles. Fue como formar una familia, como encontrar un lugar en el que nos sentiamos a gusto.


Maria Moctezuma nos brindó un espacio en el jardín de esa linda casita, y allí estuvimos durmiendo un par de días como cortesía de hacer el espectáculo en su espacio. Ella es una cantante muy buena del país, con unas canciones que recuerdan las tradiciones esenciales de México y que representan a la mujer con toda su fuerza.



Lo que nos atrapó de Mérida fue básicamente sentir la comunidad. Cocinar juntas, sentirnos en casa, cuidadas, queridas. Sentir esa red afectiva. Allí nos dimos cuenta de la importancia de la red afectiva, y como las morras en México se cuidan las unas a las otras, como hecho primordial. Es como parte de su ser. Porque nos dimos cuenta qué esto no pasa de donde venimos. Pero aquí la inseguridad es tan fuerte, que lo único que nos queda es crear redes afectivas en las que poder sentirnos seguras.


Mérida también nos recibió muy bien a nivel artístico. Allí nos estrenamos con nuestro primer taller: Tejiendo Risistencias. Lo hicimos un par de veces, en el Teatrito y en Casa Pitahaya. En la Casa, vinieron mujeres de todo tipo y no necesariamente sensibilizadas con el teatro. Vimos que este taller enseñaba a hacer salir de la zona de confort a las mujeres y como la risa aún es una emoción muy coagulada en nuestras cuerpas.



Cada lugar nos enseñó y nos aportó algo: el Curioso Circo, el Teatrito, El Colibrí, El Apapacho y el Casal Catalá de Yucatán -donde tan bien nos recibieron. La última semana, después de pasar algunos días vendiendo tortilla española (aprendimos a cambiarle el nombre para vender más, diciéndole Omelette) y tocando música en la calle, nos llegó la abundancia. De repente, nos llegó una casa increíble en la que podíamos estar tranquilamente los días que quisiéramos y además, podíamos ir a comer todos los días de la semana en El Apapacho, como cortesía de que hacíamos nuestra actuación el sábado. Así que como reinas del cosmos, disfrutamos nuestra última semana en la ciudad, agradeciendo constantemente los regalos que te da la vida, cuando estás en sintonía con sus leyes universales.



En Yucatán también vimos el mar, increíble. En el que nos acercamos con nuestra combi en una playita en la que no había nadie, y en la que durante una tarde contemplamos en color dulce y azul que nos llenó el alma de bendiciones.


Yucatán, es también la tierra Maya, donde hay muchas comunidades indígenas. Fue una semana en la que estábamos malitas, con fiebre, la que conocimos a una familia maya. Merle y María nos prestaron una casa para estar más tranquilas, ya que en la Combi hacía demasiada calor y no era el mejor lugar como para estar enferma. Justo coincidía que María hacía un gran concierto en el Palacio de la Música e invitó a una familia maya. Esa familia también llegó en el piso donde nos estábamos quedando y es allí donde conocimos parte de su carácter.


Nos dimos cuenta que no tienen “modales”, y su forma de entender la vida es muy diferente. La verdad, solo percibimos una milésima parte de como son, pero por ejemplo, no respetaban el hecho de que estuviéramos enfermas. O estuvimos hablando un rato y les enseñamos algunas cosas naturales que teníamos para pasar mejor la fiebre. Ellas estaban alucinando y nos contaban que en su comunidad “es mejor no ponerse enferma, porque no tenemos medicinas”. Y por lo que entendí, es muy difícil sobrevivir si es una enfermedad grave. También vimos que tiraban la basura al suelo, sin echarla al bote. Más adelante nos contaron que esto lo hacen porque no comprenden lo absurdo del sistema de la basura, ellas piensan que todo lo que viene de la tierra, vuelve a la tierra. Todas esas cosas nos sorprendieron mucho, porque culturalmente estamos muy alejadas, pero también nos enseñaron muchas cosas.



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