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  • Foto del escritorPayasas Cirkulando

Un paraíso de reconexión

30/11/2019

Nos fuimos de la ciudad de Oaxaca con un regalo y un destino: una nueva compañera de viaje acababa de cruzarse en nuestra ruta, una Combi. Como misterios del viaje, todo se conecta y llega en el momento preciso. A través de varias conexiones tejidas, en unas semanas teníamos que encontrarnos con unos amigos y con Kevin en Tulum, donde recibiríamos nuestra nueva casita rodante.


Pero antes, la ruta no podía cortarse sin transitar la magia que se encuentra en el sur de Oaxaca, con las playas y el sabor relajado... Mazunte, Zipolite, San Agustín. Las playas que nos pausaron en tiempo-espacio y nos ofrecieron la caricia de la sanación.


Al llegar vimos la selva entre las cavidades y las texturas de México. Un paisaje rural, hecho de cabañas de paja y madera, las palmeras de Coco y los árboles de mango... que rico agarrar los mangos del suelo y comerlos!


Fueron días de reposo, de bañarnos en el Océano Pacífico, con su magnitud y su fuerte energía que conecta con Asia, y nos trae un viento intenso pero claro.


Esas playas están recubiertas de una atmósfera espiritual. Y en esa inflexión, en esa pausa de mirar a dentro y caminar despacio, el viaje empezó a bailar distinto. Estas playas fueron para nosotras un antes y un después.

En el momento en que el sol rojo se hundía entre las olas de San Agustín, nuestro ser se estaba expandiendo, y comprendiendo que donde estábamos era un paraíso de reconexión.

En esos lugares mágicos también tuvimos la oportunidad de ver cocodrilos en la laguna, y más tarde estuvimos plantando manglares en Ventanilla. Algunos años atrás hubo un huracán que destrozó toda la zona y los locales llevan años luchando por la reforestación de los manglares, pues no tenían el apoyo del gobierno y por ello se han tenido que autogestionar todo este proceso de reforestación.

En Zipolite conocimos a una familia de argentina que también viaja en Combi desde 7 años, recorriendo todo Latinoamérica. Después de pasar la tarde con ellos, fuimos a conocer a Irma Luz, una chamana de la zona, que me enseñó que tenía que tomar atención a mi cuerpo y purificarlo. Así, empezó el viaje de 23 horas que teníamos que hacer para llegar a Tulum, donde conoceríamos a La Tortuga.




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