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  • Foto del escritorPayasas Cirkulando

México es Mágico

27/07/2019


Amanece el día y los ojos aprecian la ilusión que se entremezclan con su apertura. Hoy visitamos uno de los lugares más bellos de esta tierra Oaxaqueña. Salimos pronto, aún cuando el fresco se pasea por la piel y agarramos un bus de esos antiguos y grandes, que sacan mucho mucho humo negro y que parece imposible conducir. Estamos de pié porque va lleno, y como siempre la puerta está abierta. Parece una locura.

Para seguir el trayecto agarramos un taxi colectivo que nos lleva hacia el pueblo más cercano del lugar. Estos taxis también son muy poco común a lo que estoy acostumbrada a ver. En él caben seis personas en total, aunque tenga cinco asientos, pues a delante siempre van tres. Ya tienen un cogincito en el medio de las marchas para que te puedas sentar allí, y el conductor... conduce como puede. Eso sí, a toda velocidad, y todxs vamos sin el cinturón.

Luego llegas al pueblo y allí ya te están esperando cuatro o cinco personas gritando “Hierve el agua, hierve el agua!”, para agarrar otro transporte -yo creo, el más alucinante de todos. Es como un coche con una especie de remolque con dos banquitos y una silla en medio -siempre procuran que entre lo máximo de gente posible. Allí estuvimos como una hora, ocho personas, subiendo por unas curvas en la montaña, con un viento frío y directo que te aviva entera y sin saber donde sujetarnos, constantemente creando miradas de complicidad con las personas que allí estábamos.


Llegamos a Hierve el Agua, pronto y cuando aún no había tanta gente. Clara con ganas de respirar el lugar, pausadamente y con sus tiempos, y yo ansiosa por lanzarme al agua y querer aprovechar la energía que en mi había. El paisaje era maravilloso, algo que nunca había visto. Era como estar en un paraíso: el agua con sus colores azul cielo, blanco y marrón anaranjado; las formas y las texturas que componían las piedras blancas que abrazaban el agua; y el paisaje en frente de montañas y rica vegetación -que podías admirar mientras te bañabas en esas aguas puras.


Luego fuimos a la cascada congelada, haciendo un recorrido por la montaña que te hierve la sangre. El agua en la cascada estaba petrificada. Solo hay dos lugares en el mundo que exista este espectáculo natural, y estábamos asombradas de ver como el agua se había mixturado con el color marrón y había creado todas estas formas mágicas.


Pues México es Mágico.

Aquí entiendo como la naturaleza es sabia y tiene su geometría sagrada, que tanto nos enseña de la vida y de la perfección del planeta tierra.


Los lugares sagrados, donde la energía te atraviesa para despertar y comprender, lo grande que es esta dimensión, tan rica en formas perceptibles a nuestra visión y nuestro tacto. Somos un reflejo divino de lo que vemos y, cada cuadro que el universo ha pintado, es para darle alas a nuestro ser.


La lluvia, como siempre tan presente en estos meses de lluvias aquí en México, llegó con su omnipresencia, para limpiar, siempre limpiar... la atmósfera, y la gente que cada vez se iba acumulando en ese lugar sin respetar el silencio que merece.


Así, sincronizándonos con los tiempos cósmicos, nos fuimos yendo, con una tranquilidad y relajación que hasta nos dormíamos dentro del remolque -que esta vez habían tapado por la lluvia, de modo que no veíamos nada y solo botábamos a causa del terreno lleno de piedras y baches.

Oaxaca, la ciudad. La semana de la guelaguetza y sus fiestas tradicionales. Las comunidades saliendo a la calle a festejar, y las mujeres bailan con sus trajes de colores y de flores.






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