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  • Foto del escritorPayasas Cirkulando

Seres de luz y de Obsidiana

02/07/2019

Íbamos dejando atrás el humo, los apretones con la gente en el metro, la larga hora para llegar a casa, la densidad del aire, la frecuencia colapsada, de tanto ritmo y tanto ruido. Una ciudad enorme, monstruosa, donde se eclipsa la sabiduría y la inconsciencia del tiempo. Un espacio en el que nuestro proyecto quería ser escuchado, deseoso de preguntas, de inquietudes y un gran debate. Y aun y así, un lugar del que necesitar retirarse, para impregnarse del silencio y la calma mental.


Las pirámides de Teotihuacán fue uno de los últimos lugares que visitamos. Asombro y gran admiración por lo que esa geometría nos contaba. La gran sabiduría del tiempo se respiraba en el aire, en las flautas que de repente sonaban, en las historias cosmológicas que podías leer en las piedras. Los símbolos, absolutos y penetrantes, aparecían entre los sueños reales de ese lugar. Respirar, en lo alto, para observar los mensajes de los ancestros. Inspirarse entre la comunión de la Pirámide del Sol y la Luna, grandes divinidades que merecían ser manifestadas en templos Sagrados.


Sentada allí, entre el gran Árbol con perspectiva piramidal, me conecté con el centro de esta cultura. Desde este espacio, me atreví a volar. A imaginar el valor de estas fuentes como reflejo. Me sentí como en una cuna, integrando la memoria de todo lo viejo.

Toda esta magia llevábamos dentro, mientras nos dirigíamos, cargadas de mochilas, a través de las montañas con una combi pequeña, recorriendo el paisaje natural hasta llegar a Huasca de Ocampo. Un pueblo mágico, especial, en el que rápidamente sus seres nos recibieron con abrazo. Allí fuimos a reencontrarnos con Paulina, la chica tan especial que me hablaba sobre los sueños, el calendario Azteca y Hunab Ku.


Nos instalamos en su casita pequeña en medio de la montaña, agradeciendo cada instante esta oportunidad de poder estar tan cerca de la naturaleza. No tardamos en escuchar el mensaje de los árboles, las plantas y las flores, que por si solas hablaban y tenían un ser especial, como si de repente la tierra estuviera abierta a nuestra dimensión, o tal vez, esa tierra te devolvía a la dimensión natural. La cuestión es que había una sincronía, muy difícil de explicar desde el lenguaje. Aunque más tarde, al conocer a la jefa de Paulina, la que trabajaba en la biblioteca del pueblo, pudimos enlazar ese misterio. Fue una tarde, en la que nos sentamos frente un río a conversar las cuatro, la que María nos empezó a contar los mitos y las historias de brujas y seres mágicos que habían dejado huella en ese lugar. Ella era escritora, y tenía varios libros que narraban como ese lugar, a través de esos seres, se había convertido en un lugar sagrado.


Allí también conocimos la cultura Azteca y tuvimos la oportunidad de conocer a un niño Mara’akáme, con el que con un simple gesto de saludo, nos enseñó toda una sabiduría. El se llama Kuinuli, es un niño sabio y su foto con el peyote es una muy conocida. Esa foto la hizo Zen, que también está haciendo un documental sobre su vida. Estuvimos con Zen en una fogata que hicimos un día y compartimos algunas preguntas existenciales. Zen nos lanzó la pregunta de que si pudiéramos saber un solo misterio, cuál sería. El ha transitado por procesos muy profundos en esta vida y para mi ha alcanzado la sabiduría. Aprendí muchas cosas esa noche. Como el sentido real de porqué estamos aquí y cual es el camino que la humanidad está transitando. De alguna manera estamos gobernadxs por la razón, y nuestra gran misión es saber abrir el corazón, para poder crear con humildad y ayudar a las demás personas.



La verdad es que las vibraciones de este pueblo son muy altas, pues está protegido por el universo. Yo vi cosas allí. Vi halos de luz por las noches y en el cielo unas formas que se movían. Un día también conocimos a unos chicos, uno de ellos era un pequeño chamán, y nos regaló unas terapias muy buenas. A mi me curó el cuerpo y nos leyó los chakras con la obsidiana. Me dijo que era una pequeña maga, pues tenía todos los chakras equilibrados, solo tengo que trabajar un poco más el de la comunicación. Me dijo que trabajara con las plantitas y la alquimia. 


Los sueños que tenía en esta tierra sabia por las noches, me entregaban las herramientas necesarias para comprender con sabiduría mi camino en esta forma física que soy y en esta entidad espiritual. Soñaba de repente con elementos mágicos como la flor de los sueños, que se llama floripondio, que si te la tomas en forma de té tienes un viaje muy fuerte, pues es una planta mágica. También soñé con la caracola indígena, que la soplaba, y para mi simboliza el poder del viento, la comunicación y la conexión de los otros mundos, que se abre a través del sonido.


Con Paulina teníamos una conexión muy especial. No nos habíamos dado cuenta de eso, en realidad, hasta que una noche pasó algo muy fuerte. Durante el día a Paulina le había llegado un mensaje que había leído en un libro de oráculos. Decía algo así como que algo pequeño te enseñara el verdadero valor de la vida. En la tarde, vino una vecina con algunos gatitos recién nacidos para preguntarle a Paulina si se quería quedar con uno de ellos. Paulina no supo que responder, y sin capacidades para decir que no ante lo que la vida le traía en la puerta de su casa, abrazó al gato para ya no soltarlo más.


Ya hacía algunas horas que estábamos preparando el copal para ritualizar. Era noche de eclipse y nuestros sentires se inclinaban intuitivamente hacia el agradecimiento sagrado. Tal vez ya estábamos intuyendo que algo pasaría. Así fue que, mientras abríamos las puertas para atravesar otros estados, el gatito apareció delirando, temblando, queriendo comunicar algo. Su cuerpo estaba como en tránsito en las manos de Clara, que en ese momento lo sujetaba para tratar de calmarlo. Pero el gato saltó, y desde su fragilidad cayó al suelo y se formó un charco a su alrededor. El silencio nos apoderó el alma. El frío, el colapse mental, la vulnerabilidad del momento, que nos congeló la mirada -en ese momento pasiva, intrínseca y tímida. Paulina supo reaccionar y de repente empezó a rodear al gatito con unas mantas que creaban un circulo a su alrededor, creando un halo sagrado, junto con unas plumas, minerales y flores. Empezó a rezar y a cantar unos cantos para que el alma del gatito transitara. Y, nosotras, aún colapsadas, tratábamos de acompañarla energéticamente.


Abrió la ventana, y tras la noche lluviosa, Paulina nos empezó a limpiar con el copal. Nos fuimos entre los árboles, junto con una pala, para cavar un hueco. Las tres llorábamos, y aún no podían salir las palabras. Paulina trajo el gatito, y le hicimos un gran ritual, hasta que nuestros cantos de pachamama y la potencia del tambor lo dejaron fundirse con la tierra poco a poco.


Supongo que Paulina comprendió un mensaje vital, y que ese gatito fue su Maestro. Para nosotras también fue muy intenso, todo lo que nos trajo ese momento y como aprendimos sobre la fragilidad de la vida. Fue una puerta, de conexión con el amor y el reconocimiento, en la que empezamos a desplegar un dialogo profundo con Paulina. Allí comprendimos que nuestro encuentro no era en vano, y que estábamos destinadas.

Con ella aprendimos el valor y el símbolo de la obsidiana. El cerro de las navajas estaba lleno de Obsidiana, y de repente este mineral empezó a tomar significado en nuestras vidas. Tal vez fue un portal, de todo lo incomprensible para la mente humana. El contacto real con la tierra, donde una se funde liberando todos los prejuicios, para empezar a ser, desde la totalidad pura. También comprendimos el miráculo absoluto de la naturaleza, cuando conocimos los Prismas Basálticos. Un lugar en el que asombrarse, por la enorme sabiduría que tiene la tierra. Había demasiada energía concentrada allá. Las piedras se conformaban perfectas, geométricos, trazando así un mapa de prismas alargados -como si fueran canales abiertos con información muy valiosa. Estos lugares de repente te curan y de alguna forma te traen los mensajes que entiendes sin la razón.

Nos fuimos con lágrimas de Huasca de Ocampo, uno de los lugares que más me gustó de acá. Ese espacio, me devolvió un estar tranquilo, y me conectó con mi ser supremo. Aprendí a agradecer cada día a mi cuerpo, por estar sano y a la pachamama por ofrecerme alimentos, sol, cantos de los animales libres, el aire y las señales que me despertaron y me concienciaron. Aprendí que agradecer es una herramienta sagrada que te conecta con la abundancia de la existencia. Y que somos afortunadxs de todo lo que nos rodea, de poder tener el privilegio de transitar el mundo con esta libertad, de haber podido escoger el rumbo que hemos tomado. Ensanchándome en una tierra de sabiduría que, cuando transitas en ella, te ofrece los mensajes del corazón, del oeste, del fuego. Agradezco también encontrarme con los seres de luz, de estas dimensiones y de las otras, los que viajan a velocidades cósmicas y que te atraviesan el ser para ofrecerte el conocimiento.




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